martes, 2 de abril de 2013

A Héctor Vásquez


Donde el semblante cambia y nos convierte en luna,
te hallé durmiendo entre hojas y una densa bruma.

Donde no había música,
en un silencio acorralado,
mis ojos miraban tu nombre
sobre un mármol gastado.

¡Hay del cielo!
¡Que sueño tan amargo!
¡El bandoneón nos esperaba para bailar nuestro tango!

Y yo molesta
di mil vueltas al campo santo,

el pensamiento aturdía 
¿Por qué habías faltado?
El cumpleaños en que te esperaba ya había pasado.

Los árboles no sonreían
se ahogaba mi canto.
¡Qué dolor! ¡No estuve allí!
No abracé tu mano.

Perdóname desde lo alto,
que sola y sentada en el prado,
tendía mi rabia, porque habías muerto
habías marchado.

Que nadie viviera tu llanto le ordenaste a tu vecina,
 y alejado en el martirio de tu enfermedad
¡Pagaste para no ser visto en obituario!  
¿Cómo saberlo?
¿Cómo advertirlo?
No atendías al teléfono
a ningún llamado.

Ya no habría de bailar aquella milonga,
ni celebrar cumpleaños.
Sólo podría escuchar la música
y nunca más
bailar un tango. 

Derechos Reservados ©2001

No hay comentarios:

Publicar un comentario