En el desvelo nocturno del pensamiento
busqué acariciar el calor de su cuerpo,
admirar su presencia fue mi calma
y sus ojos...
sus ojos, mi universo.
Su silueta inerme contemplé
sin trocar su anhelado asueto
un suspiro acurrucado exhalé
atesorando cada día al tenerlo.
Ay del frenesí que convierte el sosiego
¿Por qué esta impetuosa pasión?
Que el temor turba la razón
añorando no perderlo.