lunes, 17 de marzo de 2014

CRÓNICA DE UN TERREMOTO ANUNCIADO

Primera alerta de Tsunami en Iquique. Domingo 16 de marzo de 2014.



Me sentía agotada, pues esa madrugada había llegado de un paseo por Tácna (Perú) y me había ido acostar para tomar una siesta, luego de almorzar con mis compañeros de casa.
Me despertó un temblor; nada raro, considerando que desde que toqué suelo iquiqueño por primera vez (el 1 de mayo de 2013), siempre se me dijo que aquí temblaba a diario y así había ocurrido desde a lo menos diciembre de 2013.

El informe que luego vi decía en twitter:
Sismología, UdeChile @sismoguc 16 de marzo
Hora Local: 2014/03/16 18:16:29 mag: 6.5, Lat: -19.965, Lon: -70.814, Prof: 20.6, Loc: 75 km al SO de Pisagua.

A esas alturas, el stress de percibir tanto temblor me tenía con sensación de vértigo, mareos y mi espalda baja con lumbalgia, pero ya acostumbrada a los sismos y en ningún caso miedo a ellos; sólo muy molesta que me despertaran a media noche, percibiendo antes un cambio de presión en el ambiente y oído, lo que me pone aún como gata en atención.

Al despertar tomé mi celular para ver la hora, ahí vi un mensaje de las 16:15, vía whatsapp de Cristián, preguntándome cómo estaba. Ya eran las 18:26 según mi teléfono y producto del remezón, para bajar el stress presentado, fui al balcón de mi departamento para fumar un cigarrillo, mientras le contestaba.

A las 18:36 Cuando ya llevaba casi terminado el cigarro, escucho un sonido fuerte de sirena muy cadenciosa y una voz masculina muy clara que decía repetidamente, sin signo de exclamación y pausadamente: “Atención, atención, atención, alerta de tsunami, mantenga la calma, diríjase a zona de seguridad.”

Para mi sorpresa, muy calmadamente grabé el sonido, para además, prestarle aguda atención y se lo mandé a Cristián, con el texto: “hay alerta de tsunami!!, escuchaste la señal? tengo que huir ahora!!”, a lo que él me respondió: Ya pues, apreye cu……rapodito. Me reí un segundo a su feedback, interpretando el chilenismo: “aprete cueva rapidito”, mientras entraba de vuelta al living-comedor.

Ya dentro vi que Tatán (otro Cristián, mi compañero de casa) tomaba sus mochilas de seguridad y le pregunté tontamente, casi por no creerlo… ¿De verdad que tenemos que evacuar?, sí, me respondió, mientras él iba de un lado a otro, buscando cosas y metiéndolas en sus mochilas. Así es que toma tus cosas y nos vamos, me dijo. Y como no, si vivimos a 100 metros de la costanera, en el sector de Playa Brava, en zona declarada de inundabilidad y en a penas un tercer piso.

Entré a mi cuarto y tomé mi mochila de seguridad, que el día anterior había desarreglado, sí, desarreglado, por haberla llevado a Tácna y por la premura, no tenía todo. Pasé por el refrigerador tomé unos plátanos (bananas) y 3 cervezas en lata, ya que no tendríamos nada para beber ni comer, pensé y salimos.

Tatán tiene un Jeep, nos fuimos a zona de seguridad por calle arriba, mientras seguían las sirenas. Por minutos me dio sensación extraña, que algo así se debió escuchar en alguna ciudad para la Segunda Guerra mundial.

Ese sonido de sirena permanente que duró por varios minutos, en el contexto de ver gente corriendo y otros a pie, en autos, como si el mundo fuera a acabar, me estremeció para pensar, esto parece juego, es único y así se debe sentir una guerra. Estas tranquilo en tu casa y de pronto todo se altera sin imaginar lo que viene.
Mucha gente subió a pié más allá de calle Pedro Prado, cerca del estadio Tierra de Campeones, nuestro sector, por decirlo de una forma.
Mientras iba en el auto, comenzó a salir la gente a la calle y a movilizarse en grupos, en familia seguramente; me llamó la atención la calma que la gente tuvo para hacerlo y subir; casi como el cuento del lobo, de creer que viene y no viene. (la ola)

Luego de varios intentos fallidos, pude enviarle a mi papá un mensaje a su celular: "papi, estoy bien... dieron alerta de tsunami..voy en auto subiendo a zona segura"; pero no sabía si este le había llegado.

Recuerdo que ya estacionados en la intersección de un pasaje, esperando que Sergio (mi otro room-mater) llegara al punto de encuentro preacordado, me tomé una cerveza dentro del auto, ya que hacía mucho calor y tenía un poco de sed. Ahora me rio, pues casi por ansiedad y expectante a ver qué iba a pasar, me la bebí de un viaje (otro chilenismo), aprovechando que estaba todavía fría.

Quise, como todos, avisar a mis padres, que estaban en Santiago, que estaba bien, pero las líneas telefónicas colapsaron a penas dieron la alerta, a ratos no tenía señal de internet en mi celular, ni podía realizar llamadas, sólo me tuve que contentar con ese mensaje y sin respuesta hasta entrada la madrugada.

A cada rato miraba mi mochila pensando…no veo mucho de lo que realmente tengo y debo tener en ella: Documentos de identificación y dinero en un estuche, cepillo y pasta dental, mi memoria externa, cargador de celular (a red eléctrica) y no para puerto USB (que tiene el auto de Tatán), un tarro de café, stevia en polvo (sin tazón, ni agua en termo), una manta que no podría entibiar a nadie, las 3 cervezas, cigarrillos (sin fósforos), los plátanos, una polera (remera) manga larga y eso sería todo.

Luego, viendo el crepúsculo, se me pasó por la mente algo como chiste morboso: Estamos para batir Record Guiness…toda una ciudad encaramada en un cerro, observando la puesta de sol con el mar de fondo, esperando ver si es que viene una ola.

Tomé mi cámara y me fui a una esquina para ver si había algo como para registrar; sólo veía gente caminando hacia el cerro, algunos asustados y muchos papás con sus hijos tomados de la mano.

Por fortuna no pasó nada serio y ya cuando estábamos seguros, a las cuatro interminables horas establecidas (ya cerca de las once de la noche), bajamos en medio de un tremendo y esperable taco (atochamiento) de autos hacia el departamento y sin más novedad que estar agotados por la espera.
Ahí nos enteramos por radio, que la alerta había sido sólo preventiva. Y como dijo Condorito...Plop